La noche fue cayendo lentamente,
el día enrojecía su vestido,
estrellas, lunas, cielo, mares, fuentes,
y un viento que embriagaba los sentidos.
Un grillo violinista ensayaba
su eterna cantinela repetida,
el buho y la chicharra lo miraban
y un bichito de luz lo perseguía.
La brisa despeinaba girasoles,
los árboles de pié se entredormían,
la noche se mecía por las flores,
y estrellas relucientes resurgían.
La luna pavoneaba su elegancia
bañando su figura en el arroyo,
los juncos inclinaban su fragancia
y un nardo se elevaba en su pimpollo...
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